La crisis de verdad
La credibilidad del periódico es su mayor intangible. Es la base de su trabajo cotidiano y responde a la confianza que tiene depositada el lector cuando cada mañana se acerca al quiosco.
En los últimos años, los medios de comunicación, sobre todo la prensa escrita, han perdido esa confianza. Las equivocaciones y las inexactitudes, la falta de preparación y/o de tiempo disponible para temas sensibles, el abuso de las fuentes anónimas o no atribuidas, el peso de la ideología del medio en la información, la ausencia de rectificaciones de verdad (esto es, que después de la disculpa no se vuelva a cometer el error de nuevo) y la falta de ética, entre otras, genera una espiral de desconfianza y desazón. El fenómeno no es nuevo, pero ahora alcanza unas cotas desconocidas. Cuando a comienzos de los ochenta The Washington Post devolvió el Pulitzer otorgado a Janet Cooke por inventarse un reportaje sobre un menor de ocho años adicto a la heroína, el escándalo no tuvo tanto impacto en la credibilidad. Un fallo lo podía tener cualquiera.
En España, según los datos publicados en el Informe anual sobre la profesión periodística 2005, la televisión es el medio que goza de mayor credibilidad (33,4%) por delante de la radio (30,7%) y la prensa escrita (23,6%). “Lo he visto en la tele” es una sentencia demoledora cuando se trata de razonar una información. Internet está muy retrasado con sólo el 5,5%. Destaca el hecho de que las noticias políticas consiguen poca o ninguna confianza (77,4%) seguida de las financieras y las de negocios (59,9%). La prensa es más valorada por aquellos grupos de población de mayor edad y por los de mayor nivel socioeconómico y cultural. La televisión ofrece una relación inversamente proporcional. En Estados Unidos, la última encuesta publicada por USA Today, CNN y Gallup muestra que sólo 36% de los ciudadanos cree que los medios informan correctamente. Se confirma la tendencia a la baja desde 1989, coincidiendo con la caída de la URSS, cuando el índice se situaba en el 54%. El momento más bajo alcanzar se dio poco después del desconcierto de las elecciones presidenciales de 2000 y el escándalo de Florida. Como contrapunto, crece el interés por los medios satíricos. El éxito del semanario The Onion (tres millones de visitantes cada semana) y del Daily Show del cómico televisivo Jon Stewart revelan el hastío de los jóvenes. La tendencia es generalizada en todo el mundo.
En los últimos años, los medios de comunicación, sobre todo la prensa escrita, han perdido esa confianza. Las equivocaciones y las inexactitudes, la falta de preparación y/o de tiempo disponible para temas sensibles, el abuso de las fuentes anónimas o no atribuidas, el peso de la ideología del medio en la información, la ausencia de rectificaciones de verdad (esto es, que después de la disculpa no se vuelva a cometer el error de nuevo) y la falta de ética, entre otras, genera una espiral de desconfianza y desazón. El fenómeno no es nuevo, pero ahora alcanza unas cotas desconocidas. Cuando a comienzos de los ochenta The Washington Post devolvió el Pulitzer otorgado a Janet Cooke por inventarse un reportaje sobre un menor de ocho años adicto a la heroína, el escándalo no tuvo tanto impacto en la credibilidad. Un fallo lo podía tener cualquiera.
En España, según los datos publicados en el Informe anual sobre la profesión periodística 2005, la televisión es el medio que goza de mayor credibilidad (33,4%) por delante de la radio (30,7%) y la prensa escrita (23,6%). “Lo he visto en la tele” es una sentencia demoledora cuando se trata de razonar una información. Internet está muy retrasado con sólo el 5,5%. Destaca el hecho de que las noticias políticas consiguen poca o ninguna confianza (77,4%) seguida de las financieras y las de negocios (59,9%). La prensa es más valorada por aquellos grupos de población de mayor edad y por los de mayor nivel socioeconómico y cultural. La televisión ofrece una relación inversamente proporcional. En Estados Unidos, la última encuesta publicada por USA Today, CNN y Gallup muestra que sólo 36% de los ciudadanos cree que los medios informan correctamente. Se confirma la tendencia a la baja desde 1989, coincidiendo con la caída de la URSS, cuando el índice se situaba en el 54%. El momento más bajo alcanzar se dio poco después del desconcierto de las elecciones presidenciales de 2000 y el escándalo de Florida. Como contrapunto, crece el interés por los medios satíricos. El éxito del semanario The Onion (tres millones de visitantes cada semana) y del Daily Show del cómico televisivo Jon Stewart revelan el hastío de los jóvenes. La tendencia es generalizada en todo el mundo.
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